2012/03/22

Estos jóvenes de hoy en día...

Estos jóvenes de hoy en día…frase cliché por antonomasia donde las haya se ha convertido en muletilla invariable cada vez que se abarca el tan poco estable terreno de la juventud. Bien sea al criticar su estilo y sus valores, o bien sus gustos o creencias emerge de la conversación como Venus de las aguas, y en abundantes ocasiones no exenta de algo de pitorreo. No obstante, es cierto que la frasecilla se torna tristemente realista cuando se trata el limitado vocabulario juvenil.

A nadie se le habrá pasado inadvertido que la expresividad lingüística de los adolescentes es más decadente que el imperio colonial español y que en ocasiones esta falta les lleva a tener la misma capacidad de manifestación que un Pitufo. Puede que esta sea la razón por la que muchas veces pasen largas horas mudos cuales estatuas de jardín, vaya usted a saber.

De lo que no cabe la menor duda es que la pobreza en el habla se expande con la velocidad con la que lo hacia la peste en el medievo y extiende sus vacuos tentáculos por las tiernas mentecillas de las mocedades del presente cual tubérculo envenenado. Echando a perder cientos de mentes prodigiosas incapaces de admirar a Unamuno o a Saramago, o apreciar a Balzac o a Rostand.

Lo que si es cierto es que esa carencia puede propiciar no solo la deficiencia enunciativa, sino lo que es peor, la imposibilidad discursiva, convirtiéndolos en estultos seres incapaces de proferir dos palabras una detrás de la otra.




2012/03/12

SOBRE MUSEOS...

El otro día, me encontraba con un amigo tomando un café en la terraza de una conocida cafetería bilbaína frente al que es buque insignia de la muy noble villa, disfrutando de la banda de jazz, del maravilloso enclave arquitectónico y, por supuesto, de la compañía de mi amistad. Mantenía con esta una entretenida conversación, de estas que se tienen a veces con los amigos derivadas tanto del aburrimiento como del agotamiento de temas de tertulia, sobre si todo lo que se expone en un museo es arte.

Como podrán ustedes comprobar el tema le venia como anillo al dedo al lugar en que nos encontrábamos, y no les mentiría si les dijera que este había sido probablemente propiciado por el mismo. Pero como el porque del nacimiento de nuestra conversación no es lo que nos atañe, volvamos a la misma. Decía mi interlocutor, que aquello del arte moderno no era más que una vil patraña para posibilitar el que cualquiera se subiese al carro del arte aprovechando la supuesta ignorancia cultural o incluso la falta de carácter para poder evaluar ciertas obras de aparente valor artístico.
 
De esa manera, se llega al equivoco de considerar todo aquello que se encuentra o se expone en un museo como arte. Esta confusión está causada, decía mi amigo y corroboraba yo, tanto por la dificultad por la masa del populus para encontrar la diferencia entre lo que es arte y lo que no, como por el uso de varios museos como salas de exposiciones al uso, en detrimento no solo de la instituciones museísticas sino del propio arte.

Lo que es indudable es que la ambigüedad de fines y usos de muchas instituciones en este caso culturales hace que algunos museos de arte se vean convertidos en palacios de exposición, Auditoriums, escaparates de Cartier o incluso en roperos haciendo inútiles las construcciones hechas para dichas finalidades. Por lo tanto yo y mi amigo llegamos a la conclusión de que era inminentemente necesario que los dirigentes de los departamentos de cultura gubernamentales y los directivos de las instituciones museísticas deberían ponerse de acuerdo a la hora elegir el tipo de exposiciones que se deben mostrar en los museos de arte, para hacer posible de esa manera que dichos museos puedan educar y enseñar los valores artísticos al público.

2012/03/06

LA GRAN CRISIS

Hará ya unos tres años que, ocho décadas después del crack del 29, la bolsa de Wall Street volvió a caer provocando un estruendo cuya onda expansiva seguimos padeciendo hay sin vislumbrar aún la luz al final del túnel. No solo no se ve el fin de esta crisis galopante sino que parece no tenerlo, haciendo cada día más notoria su presencia en nuestros días.

Supongo no ser el único que ha podido ver con sus propios ojos cómo la crisis, que al igual que la Gran Guerra casi deberíamos escribirla en mayúsculas, ha devorado y devora todo aquello que encuentra a su camino. Familias enteras despojadas de sus bienes, negocios que se van a pique y cientos de gobiernos arruinados.

No obstante, quien no se ha visto tocado por alguna de las desgracias arriba mostradas, lo ha sido probablemente por la falta de trabajo englobando así las colas del paro, tan largas como las de las panaderías en los años del racionamiento.
Resulta inimaginable cómo una crisis puede llevar al trate con décadas de buenos años, con cotas de calidad de vida jamás alcanzadas. Hace unos cuantos años, cualquier familia media podía permitirse dos viviendas, dos coches y largos viajes vacacionales en las jornadas estivales. Hoy son pocos las familias que se lo pueden permitir si quieren seguir comiendo todos los días.

De todas formas, dudo que a nadie le haya tomado por sorpresa la crisis puesto que, revisando un poco la historia, esta siempre se repite. Al igual que ocurrió a comienzos del siglo XX, la Belle Époque llegó a su fin con una guerra que cambió el mundo. Esperemos que lo alegres veinte lleguen pronto y que no volvamos a estropearlos por la codicia de y el ansia de enriquecerse.