2015/03/27

No saben lo que me alegro de que haya ganado Belén Esteban.

No saben lo que me alegro de que haya ganado Belén Esteban. Si, hoy voy a hacer un excepción en este blog, que por cierto tengo algo abandonado, para volver la mirada a un tema de otro tipo de actualidad, la de la televisión y la mal llamada “telebasura”.

Hoy, no sé exactamente a qué hora, pero hace relativamente poco, ha terminado el Reallity-Show Gran Hermano VIP que se emitía en Telecinco durante los últimos jueves. Mentiría si dijese que lo he seguido, pero también si dijese que no le he visto. Las razones por las que no lo he seguido son varias y no le interesan a nadie, pero la principal es que vivo en una habitación de estudiante sin televisor. La razonas de por qué lo he visto son básicamente dos: primera, cuando volvía a Bilbao todos los viernes veía junto a mi ama Sálvame Deluxe y de algo siempre te enteras; y segunda, mi compañero de carrera, decidió verlo por primera vez y terminó siendo la banda sonora de todas nuestras “gaupasas” de proyectos de los  jueves. (Para los que no estéis familiarizados con la jerga, noches en vela intentando sacar adelante la asignatura de Proyectos del grado de arquitectura).

El caso es que, queriéndolo o no, GH VIP ha sido parte de mi vida este tiempo y lo ha sido igual que las elecciones de Andalucía, el caso De Miguel, los atentados en Túnez, la clasificación para la final de Athletic o el último premio Nadal a la novela “Cabaret Biarritz”. Y durante ese tiempo ha tenido su espacio en las conversaciones con mi madre o mi colega, hemos hablado de lo que hemos visto, lo que nos ha parecido presentir, lo que hemos creído oír. Hemos hablado de las personas y de sus comportamientos, del porque es cada uno como es, del valor real de las palabras, de cómo las cosas se pueden magnificar o no depende del momento y el lugar, también como no, de como una cadena puede explotar a sus “estrellas” con el fin de dar morbo, de como la finalidad de la convivencia ha dejado paso a la del morbo promovida por los televidentes y en especiales por los seguidores de las cloacas del Twitter anónimo. Hemos hablado de la traición de los compañeros y de las amistades egoístas que no saben perdonar.

Mientras tanto, en la cadena del sensacionalismo político, la que saca partido de la morbosidad política, la que se ríe de las cosas serias, la que busca el cotilleo de la vida institucional, la que nos ha traído un nuevo estilo de análisis político, dando oxígeno a personajes tan repugnantes cuyos nombres y periódicos para los que trabajan preferimos no mentar, en esa cadena en la que le mastican a uno los argumentos para luego decir: “Nuestros son los datos, suyas las concusiones”, en esa, va y sale un para nada polémico personaje de las letras a decirnos que “quien ve Sálvame en vez de Salvados es porque quiere, la gente es deliberadamente analfabeta”, como si no fuese mejor entretenerse con un espectáculo que exige un rendimiento intelectual bajo a hacerlo con uno que no exige rendimiento intelectual alguno, pues este ya nos viene masticado y envasado al vació, basta tan solo con calentar y listo. Podía, de paso, haber dicho que tristemente la gente prefiere leer historias de espadachines y corsarios a las obras de Saramago.

A uno, que pese a llevar poco más de dos décadas sobre el mundo, llega un punto en el que tanta falsedad e hipocresía le cansa y le cabrea. Y no lo digo por el autor de la frase, que mira al mundo desde su torreón de escritor a la española, si no de los necios que dan aire a la susodicha. De aquellos, que por saber acentuar siguiendo las reglas ortográficas se creen humanamente por encima de quienes pululan por los programas de entretenimiento masivo. Los que acusan de ignorancia y verdurlerismo sin haber pisado con intención culturizante una biblioteca en su vida. Ante beatos de voces acarameladas y discursos vacuos elijo a los participante de un reyerte literaria. Como estas ya no se dan, prefiero quedarme con la verdulerísima y gritona Belén Esteban. Ella por lo menos no pasea su ignorancia por el mundo con aires de seminarista catequizador con la que pasean otros la suya.

Estoy cansado de las buenas fachadas y estructuras podridas, de Dorian Greys contemporáneos, de viejas alcahuetas que alientan las buenas formas por encima de las buenas obras. Como dice el tango, cualquiera es un ladrón, cualquiera es un señor, pues nuestro análisis no vas más allá de la superficialidad de las apariencias. Ya nadie recuerda los deseos del poeta que para vivir no ansiaba nada más que la alegría de hacerlo en los pronombres. Quien quiso volver al anonimato eterno del desnudo, donde tú eres tú y yo soy yo, porque solo en pronombres se iguala realmente la humanidad. Donde no hay disfraces ni artificios, donde las almas se muestran tal cual son. Donde la mentira y la falsedad no ganen a la sinceridad, por burda, tosca, ignorante que esta sea.


Por esa razón entenderán ustedes, que me haya alegrado de que Belén ganase, no solo por ella, que probablemente se lo merezca o probablemente no, si por encima de todo, por esos necios que no solo hacen lo de la paloma que se caga en el tablero de ajedrez y se pasea victoriosa, si no que todavía se creen mejores que las ratas, solo por tener plumas, mejor apariencia y posibilidad de volar. Al final, queridos míos, las ratas y las palomas se alimentan de la misma mierda.